La islamofobia está hasta tal punto homologada que no puede
resultar extraña, al calor de la crisis, la ascensión de partidos o movimientos
de ultraderecha en Europa en las últimas décadas, desde Pegida al Frente
Nacional francés, de la Liga Norte italiana al Vlaams Belang belga, del Partido
de la Libertad austriaco al Jobbik húngaro, fuerzas rampantes que se nutren de
las políticas gubernamentales y de las rutinas de los medios de comunicación.
Los discursos políticos sobre tolerancia y Estado de derecho chocan sin parar
con las leyes migratorias, las legislaciones de excepción y el uso liberticida
y criminalizador que se hace de la «guerra contra el terrorismo». Los medios,
por su parte, seleccionando siempre las imágenes más redondas y los clichés
menos integradores, unas veces por ignorancia y otras por cálculo, facilitan la
obra de los fanáticos y contribuyen a erosionar aún más las cláusulas sociales
de la convivencia y los andamios mismos de la democracia. La islamofobia no es
ni un exceso marginal ni un atavismo de las clases populares. Es tan evidente
como el fútbol de los domingos; tan cotidiana como la tortilla de patata; tan
general como el teléfono móvil; tan útil como una ganzúa; tan peligrosa como
una bomba. Este libro analiza y profundiza en los mecanismos que la construyen
y en las amenazas que alberga.
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